HABLEMOS DE MÁS LIBROS

Sí, amig@s, hemos sucumbido a la tentación de los clásicos, a petición de varios miembros del grupo. Pero vamos a hacerlo bien. Esta sección, dirigida principalmente por Antal, tiene la complicada pretensión de abarcar cuantos clásicos se hayan escrito a lo largo de la historia, eso sí, no creáis que nos basaremos en ningún canon...

Las reseñas, teniendo en cuenta la gran responsabilidad que implica comentar libros tan decisivos (para la literatura y para la historia) serán más detalladas, más profundas en todos los sentidos y con más matices. Sin embargo, procuraremos no perder de vista que este espacio es para todos vosotros/as, por lo que seremos claros y accesibles en la medida de lo posible. Muchas gracias por acompañarnos hasta aquí. Cada día nace otro lector empedernido, otra gran escritora; una persona más que comienza su viaje a través de los libros.

Saludos de Dementes Literarias.


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domingo, 22 de agosto de 2010

De rerum natura. Lucrecio

Lucrecio nació, probablemente, en el 94 a. C., pero poseemos escasos datos sobre su vida. La poca información que tenemos nos llega filtrada través de una base poco objetiva: Jerónimo de Estridón. Es importante tener en cuenta que Jerónimo es considerado Padre de la Iglesia Católica, mientras que Lucrecio es un fuerte representante del agnosticismo, lo cual, sin duda alguna, hace que la interpretación de los textos de Lucrecio, así como de su vida, estén llenos de elementos estrafalarios, probablemente con ánimo de desacreditar al autor.

Su obra De Rerum natura demuestra un carácter alegre y realista, ya que es una obra encaminada a liberar al ser humano del miedo a la muerte, invitándolo a comprender, no sólo la naturaleza de su propio mundo, sino la de la composición de toda la materia del universo.

El poema consta de seis libros dedicados a un tal Memio, aunque en general se dirige al público romano. Pretende escribir una obra divulgativa pero en su época sólo podía ser entendida por un público formado en filosofía y conocedor de la tradición griega (especialmente de la filosofía epicúrea). La finalidad de la obra es didáctica: liberar a los seres humanos de la represión de la religión, que los aterroriza con la intervención de los dioses en la vida humana, y con futuros castigos después de la muerte. No obstante, esta visión de la religión no significa que negara la posible existencia de seres divinos o entidades superiores, sino que concebía la religión como un ritual íntimo que debía carecer de influencia en los hechos de la vida ya que, si los dioses existían, estarían en otro plano que no nos afectaría.

El mensaje de la obra es, pues, que no hay vida después de la muerte, y durante la vida, lo más importante es la física, la comprensión de los hechos. Esto es una mentalidad materialista, en el sentido filosófico. Los seis libros se reúnen por parejas, formando una estructura tripartita

Los dos primeros libros se dedican al estudio de las bases ontológicas de la naturaleza: todo está formado por los átomos y el vacío, que explica la separación entre los cuerpos y el movimiento.

En el libro tercero expone la doctrina sobre el espíritu. En ella considera que el alma está formada por material: átomos, los cuales no sobreviven después de la muerte. El cuarto libro se dedica a la antropología, anticipándose a la certeza de que lo que se percibe mediante los sentidos es cierto, ya que, en principio, estos no nos engañan.

El quinto libro versa sobre la cosmología, es decir, sobre el orígen del mundo, el cielo, el mar, los cuerpos celestes y los seres vivos, en definitiva. También realiza teorías sobre universos paralelos, adelantándose espectacularmente a su tiempo. El sexto libro trata sobre los fenómenos meteorológicos como los truenos, las erupciones volcánicas, terremotos… etc.

Como anécdota, en el libro cuarto hay una disertación sobre la práctica sexual, considerándola muy sana, y en contra del amor romántico por considerar que conlleva demasiados problemas...

Con respecto al lenguaje de la obra, Lucrecio apenas tuvo modelos latinos en los que inspirarse. La lengua latina apenas había desarrollado un vocabulario filosófico, cosa que el propio autor reconoce, viéndose obligado a crear una terminología para hacer su teoría atómica, por ejemplo, la palabra ataraxia, paz absoluta o la palabra átomo, que no se nombra como tal, sino que Lucrecio da diferentes traducciones como “rerum primordia” “seminem rerum” o “corpora prima”, que vienen a significar cuerpo primero o semillas de las cosas.

Su doctrina filosófica se basa, pues, en dos principios: el primero es que no existe una potencia divina que pueda crear nada de la nada, y el segundo es que ningún objeto, cuando desaparece, se disuelve en la nada, sino que los elementos son imperecederos: se disuelven en átomos.

Por: Zeta Ibarzo.

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