El mar de las Sirtes o La Rivage des Syrtes, en francés, galardonada con el premio Goncourt en 1951, y rechazado por su autor, está considerada como la obra maestra de uno de los mejores escritores de la literatura francesa contemporánea: Julien Gracq, pseudónimo de Louis Poirier.
Esta novela se ha encuadrado dentro de la corriente surrealista, ya que, según dijo André Bretón, "el autor es el único que ha sabido conservar y actualizar la herencia surrealista". Esta fábula, según otros críticos, está más cerca de Kafka o de Buzzati, o de Los acantilados de mármol, de Jünger.
También se ha relacionado en lo visual con los cuadros de Delvaux o Chirico.
El libro está situado en un país imaginario, Orsenna, y la región de las Sirtes, al sur, es un lugar fronterizo, límite, una tierra olvidada y apenas habitada, bañada por un mar quieto "un mar vacío", con otro país enfrente, amenazante, el Farghestán, contra el que Orsenna está en guerra desde hace unos 300 años, pero es una guerra casi olvidada, salvo por el poder estatal.
A esa región va voluntariamente el joven Aldo, de una antigua familia, y se encuentra con un lugar, el Almirantazgo, donde habitan otros personajes de la novela.
Uno de los aspectos más destacados de esta obra es su prosa lenta, muy poética, muy estética y rica en matices, capaz de crear una atmósfera decadente y malsana, a través de la relación entre el paisaje y los estados de ánimo: "agobiante bruma de cansancio", los sueños y el desasosiego.
Algo asimismo destacable en esta obra son los nombres: las Sirtes=sirenas o bajos de arena, Maremma, Marino, la Señoría, Fabrizio, los jardines Selvaggi, todo evoca sueños venecianos, decadencia, palacios desiertos, la laguna, la isla de Vezzano, y además está Vanessa Aldobrandi, el misterio, el volcán Tängri, la traición y la confrontación.
Por: Antal.
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